Cerca de San Sebastián
estando de centinela
sin temor y sin cautela,
la víspera de S. Juan.
Cuando observé a poco trecho
un toro como un gigante,
más grande que un elefante
que viene hacia mi derecho;
yo que en peligro me vi
me colé por un reducto,
y por el mismo conducto
entró el toro tras de mi.
Salgo del reducto y ¡ zas !
en una casa cercana,
me metí por la ventana
y siempre el toro detrás.
De la casa sin desdoro,
y aunque el caso no se crea
salí por la chimenea,
y siempre detrás el toro.
¿Qué hice entonces?
Me encojí, y me metí
en el cañón de mi fusil trapalón ,
y ¡ zas ! tapé con el dedo.
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